Depresión: síntomas, diagnóstico y tratamiento

Dr. Pedro Pinheiro
Dr. Pedro Pinheiro

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¿Qué es la depresión?

La depresión es una afección médica grave, clasificada como trastorno psiquiátrico, caracterizada por sentimientos persistentes de tristeza, desesperanza y desánimo. Una persona con depresión puede experimentar una serie de síntomas que incluyen, entre otros, pérdida de apetito, sensación constante de cansancio, sentimientos de inutilidad y dificultad para concentrarse. Estos síntomas pueden combinarse de distintas formas y pueden persistir en el tiempo, interfiriendo significativamente en la vida cotidiana del individuo. Es importante buscar la ayuda de un profesional de la salud mental al identificar estos signos, porque con un diagnóstico y un tratamiento adecuados, la depresión puede controlarse eficazmente.

La depresión, cuyo término médico es trastorno depresivo mayor o depresión unipolar, es una enfermedad psiquiátrica muy frecuente capaz de causar numerosos síntomas psicológicos y físicos. Aunque el síntoma más conocido es una tristeza profunda y prolongada, esto no significa que toda tristeza intensa esté necesariamente relacionada con un estado de depresión.

El trastorno depresivo mayor es una enfermedad psiquiátrica crónica, muy común, caracterizada por un cambio en el estado de ánimo del paciente, que lo deja triste más allá de normal, desalentado, sin energía, con baja autoestima y dificultad de ocuparse de su vida personal y profesional.

El trastorno depresivo puede surgir en cualquier etapa de la vida, desde la infancia hasta la vejez. Es una enfermedad tan común que se estima que un 12% de los hombres y hasta un 25% de las mujeres presentarán cierto grado de depresión durante toda su vida. Esta enfermedad es dos veces más frecuente en las mujeres que los hombres y es más común en adultos jóvenes que en adultos mayores.

La depresión fue una enfermedad muy incomprendida durante décadas, lo que llevó a malas interpretaciones sobre sus causas y síntomas, llevando a una estigmatización de sus portadores. Inclusive hoy en día es común encontrar personas con depresión que no acepten su diagnóstico o familiares/amigos que tratan al paciente deprimido como alguien mentalmente débil, incapaz de superar las dificultades de la vida. Uno no debe tratar al paciente deprimido como alguien simplemente triste, incapaz de reaccionar.

¿Cómo es la depresión?

Más que una tristeza, la depresión no es una debilidad o falta de disciplina, ni es algo que el paciente pueda simplemente resolver solo con sus propias ganas. Para el deprimido, dejar de estar triste no es como el fumador que intenta dejar el cigarrillo; no se trata de tomar la decisión y permanecer fiel a ella. La depresión es una enfermedad crónica que requiere tratamiento a largo plazo, como diabetes o hipertensión. Igual como nadie deja de ser diabético solamente con fuerza de voluntad y pensamiento positivo, la depresión necesita ayuda médica para ser controlada.

La mayoría de los adultos con trastorno depresivo nunca llega a ser evaluada por un psiquiatra, puesto que a menudo los síntomas no se reconocen correctamente. Esta confusión ocurre inclusive entre los médicos no acostumbrados a tratar problemas relacionados con la salud mental.

Los estudios demuestran que más de la mitad de los pacientes con depresión, atendidos por clínicos generales por presentar síntomas físicos de depresión, tales como dolor, insomnio o fatiga crónica, terminan no siendo reconocidos como tal. El diagnóstico correcto surge solamente después de meses o años de síntomas y varias consultas a distintos médicos.

Diferencias entre tristeza y depresión

El término deprimido se utiliza a menudo como sinónimo de tristeza. Tristeza y depresión son cosas diferentes. De hecho, la tristeza suele ser uno de los síntomas de la depresión, pero solamente ella no es suficiente para el diagnóstico.

La tristeza es una reacción normal y esperada para muchas situaciones, como la muerte de un ser querido, el final de una relación amorosa, la pérdida de empleo, etc. Es completamente normal el individuo pasar unos días o semanas triste después de situaciones de pérdida. Esto no se considera un trastorno depresivo mayor.

Para ser depresión, el cuadro de tristeza debe ampliarse y superior al normal, siendo lo suficiente como para interferir con las actividades diarias, reduciendo la capacidad de cuidar de sí mismo, estorbando las relaciones, perjudicando sus labores profesionales, etc. Si pierdes a un familiar y te sientes triste por semanas, esto es normal. Pero si esta tristeza es tan intensa que semanas después de la pérdida aún no puedes retomar tu vida en cuestiones básicas, tales como trabajo, mantener la higiene personal, doméstica, esto puede ser depresión.

En la tristeza, el individuo generalmente presenta períodos de mejora durante el día, logrando olvidar por momentos la causa de su tristeza, como, por ejemplo, durante la visita de un ser querido. En la depresión, la sensación es continua y no alivia con la ayuda de los demás. La depresión causa, generalmente, un sentido de culpa, pero sin ninguna razón aparente. Los deprimidos sienten una gran culpa, pero no saben explicar la razón.

Es bueno señalar que el paciente deprimido no siempre presenta a amigos y familiares aquel clásico comportamiento de excesiva tristeza. El trastorno depresivo puede ser más sutil, que se manifiesta como pérdida de interés en actividades previamente agradables, ausencia de planes para el futuro, cambios en el patrón de sueño, aislamiento social o baja autoestima. Para estar deprimido no tienes que pasar todo el día en la cama llorando.

La tristeza siempre tiene una causa, la depresión no. Obviamente, la muerte de alguien cercano puede desencadenar un trastorno depresivo, pero no siempre situaciones tristes necesitan ocurrir para el individuo iniciar una depresión.

¿Cuál es la causa de la depresión?

Así como ocurre en varios trastornos psiquiátricos, no hay ninguna causa para la depresión. La enfermedad parece ser causada por la interacción de varios factores, sean físicos o psicológicos.

Factores orgánicos responsables de la depresión

La depresión no surge solamente en razón de problemas emocionales o psicológicos. Ya se han reconocido varios factores de riesgo y causas orgánicas para el trastorno depresivo mayor.

1.1 – Genética

Personas que tienen familiares con depresión tienen un mayor riesgo de padecer también de la enfermedad, indicando que hay una vulnerabilidad a la depresión que puede ser heredada genéticamente. De hecho, tener parientes cercanos con otros trastornos psiquiátricos, como trastorno de pánico, trastornos afectivos o inclusive alcoholismo, también son factores de riesgo para la depresión.

A pesar de intensos estudios en el área, todavía no se logró identificar los genes responsables de la vulnerabilidad a la depresión.

A pesar de la herencia genética, que parece ser un factor importante, ella sola no es suficiente para desencadenar la enfermedad. Esto se prueba fácilmente a través de estudios de hermanos gemelos idénticos, donde se vio que hay concordancia en solamente un 40% de los casos. Por lo tanto, otros factores, aparte de la genética, son necesarios para presentarse el trastorno depresivo.

1.2 – Neurotransmisores

El cerebro humano es una estructura altamente compleja, cuyo funcionamiento depende de cientos de mediadores químicos. Ahora sabemos que más trastornos psiquiátricos están relacionados con al menos 5 de estos neurotransmisores: noradrenalina, serotonina, dopamina, ácido gamma aminobutírico (GABA) y  acetilcolina.

La abundancia o carencia de algunos de estos neurotransmisores en ciertas partes del cerebro pueden desencadenar graves trastornos psiquiátricos y neurológicos. Ejemplos: una falta de dopamina en ciertas áreas de la base del cerebro causa la enfermedad de Parkinson. Ya la enfermedad de Alzheimer parece estar relacionada con niveles bajos de acetilcolina en el cerebro.

La depresión se origina en un funcionamiento anormal de algunos de estos neurotransmisores como dopamina, serotonina, noradrenalina y GABA. Entre ellos, la serotonina parece tener el papel más importante, estando habitualmente en bajos niveles en pacientes con depresión.

1.3 – Uso de drogas o alcohol

Las enfermedades adictivas también están bajo la influencia de estos neurotransmisores citados. El alcohol y las drogas ejercen sus efectos incrementando la liberación de dopamina en el cerebro, que causa euforia y una sensación agradable.

El problema es que el uso repetido de drogas o alcohol desensibiliza el sistema de la dopamina, haciendo que el mismo se acostumbre a la presencia de estas sustancias. Así, personas adictas necesitan más y más de drogas o alcohol para lograr el mismo grado de satisfacción, pudiendo quedarse deprimidas cuando están fuera del efecto de estas sustancias. El cerebro se acostumbra a vivir con niveles cada vez mayores de neurotransmisores estimulantes, haciendo con que los niveles normales no sean suficientes para controlar el estado de ánimo del individuo

1.4 – Cambios del cerebro

Además de la reducción de la concentración de neurotransmisores, pacientes con trastorno depresivo crónico también exhiben cambios en la anatomía del cerebro, como la reducción del volumen del lóbulo frontal y del hipocampo.

Estudios de neuroimagen muestran también cambios en el funcionamiento de varias áreas del cerebro en personas con depresión. Los investigadores descubrieron una zona de la corteza prefrontal con una actividad anormalmente disminuida en pacientes con este trastorno. Esta región está relacionada con la respuesta emocional y tiene conexiones generalizadas con otras áreas del cerebro responsables de regular los neurotransmisores asociados al estado de ánimo, como noradrenalina, dopamina y serotonina.

1.5 – Enfermedades del cerebro

Está cada vez más aceptada la relación entre el accidente cerebrovascular (ACV) y la aparición de la depresión. Ahora sabemos que la depresión que surge después de un accidente cerebrovascular es causada no sólo por conmociones psicológicas debido a notables consecuencias de accidente cerebrovascular, como secuelas  motoras o del habla. La propia lesión directa del cerebro por el derrame cerebral aumenta el riesgo de la aparición de la depresión, a pesar de las consecuencias del accidente cerebrovascular no tener ningún gran efecto psicológico sobre el paciente.

Además del ACV, varios otros trastornos neurológicos aumentan el riesgo de depresión, incluyendo la enfermedad de Parkinson, Alzheimer, esclerosis múltiple, epilepsias, tumores del cerebro y traumatismos cranianos.

1.6 – Enfermedades crónicas

Pacientes con enfermedades crónicas son también más vulnerables a la aparición del trastorno depresivo. Las más comunes son: diabetes, enfermedades del corazón, hipotiroidismo, SIDA, cirrosis, enfermedad inflamatoria intestinal, lupus, artritis reumatoide, fibromialgia, entre otras.

Factores psicológicos asociados con la depresión

Tensiones emocionales son un disparador importante para el inicio de la depresión. A menudo, un evento traumático es el factor que falta a un individuo que es susceptible de desarrollar un proceso depresivo.

2.1 – Traumas en la infancia

Traumas adquiridos en la infancia son un factor de riesgo importante para el desarrollo de la depresión. Entre los traumas están los abusos, la ausencia del padre, muerte de alguien cercano, agresiones o falta de afecto por parte de los padres.

Relaciones problemáticas con padres, hermanos y compañeros son comunes en niños y adolescentes con depresión. Adultos depresivos a menudo informan poca participación paterna y sobreprotección materna durante la primera infancia.

Niños que han sufrido bullying también están en mayor riesgo de convertirse en adultos depresivos.

2.2 – Tensiones emocionales

Aunque el trastorno depresivo pueda presentarse sin ningún factor precipitante emocional, estreses y pérdidas personales sin duda aumentan el riesgo. Pérdida de seres queridos son importantes factores de riesgo en individuos más jóvenes. En los ancianos con matrimonios largos, la pérdida del esposo o esposa es, frecuentemente, un evento desencadenante de la depresión.

Dolor crónico, enfermedades crónicas, incapacidad y enfermedad que dejan secuelas también pueden llevar a la depresión.

El aislamiento social, las críticas y exigencias excesivas de la familia, las dificultades económicas persistentes, la separación matrimonial o la baja autoestima también son factores comunes.

Tener contacto estrecho y frecuente con una persona deprimida también aumenta el riesgo de depresión.

2.3 – Depresión postparto

La depresión postparto es un tipo de trastorno depresivo que algunas mujeres desarrollan después del parto. La mayoría de las mujeres con depresión posparto comienza a mostrar síntomas en el primer mes de vida del bebé, pero algunas tardan hasta 12 meses para el desarrollo de la depresión. Cerca del 10% de las madres sufren de depresión posparto.

En los primeros 2 o 3 días después de tener un bebé, muchas mujeres tienden a presentar un tipo leve de depresión postparto, llamada tristeza postparto o melancolía postparto. Este cuadro afecta hasta el 80% de las madres y se caracteriza por cambios de humor, irritación, dificultades de concentración, insomnio y ataques de llanto.

La melancolía postparto se produce por cambios hormonales que vienen con el final del embarazo y por estrés psicológico causado por la responsabilidad de cuidar de un recién nacido, asociado con el agotamiento físico que la tarea causa. En la mayoría de los casos, la tristeza postparto desaparece en 2 o 3 semanas.

La depresión postparto es un cuadro más importante que la melancolía posparto, durando más tiempo y presentando síntomas más severos. Mujeres con antecedentes de depresión son más propensas a tener depresión postparto que las mujeres que nunca han estado deprimidas.

Mujeres con depresión posparto generalmente no pueden dormir, inclusive cuando sus bebés duermen. Además, se presentan muy enojadas, incapaces de cuidar del bebé, con grave sentimiento de culpa y con la sensación de no tener lazos emocionales con el nuevo bebé.

La depresión postparto puede llevar la madre a tener pensamientos de daño a sí mismo y al bebé; en la mayoría de los casos, sin embargo, la madre puede reconocer al absurdo de la idea, teniendo capacidad de controlar este extraño pensamiento.

La depresión postparto puede desaparecer espontáneamente; no obstante, la ayuda médica es importante, porque en algunos casos el trastorno depresivo no mejora con el tiempo y hay riesgos de la madre causar problemas a su hijo.

Explicamos detalladamente la depresión posparto en el artículo: Depresión posparto: qué es, síntomas y tratamiento.

Síntomas

El trastorno depresivo es una condición que puede manifestarse de varias maneras. La forma más común se llama trastorno depresivo mayor, también conocida como depresión. Otro bastante común es la depresión crónica, que recibe el nombre de distimia. Otros tipos de depresión que pueden ocurrir son trastorno bipolar, depresión estacional, depresión reactiva, depresión atípica, depresión posparto y depresión menor.

¿Cómo se siente una persona con depresión?

La depresión mayor generalmente presenta por lo menos cinco de los nueve síntomas enumerados a continuación, uno de ellos es la tristeza o la pérdida de interés en actividades diarias.

  1. Tristeza durante la mayor parte del día, particularmente en la mañana.
  2. Pérdida de interés en actividades diarias.
  3. Cambios significativos en el apetito y/o del peso (puede ser aumento o disminución).
  4. Insomnio o sueño excesivo.
  5. Intranquilidad o letargo.
  6. Fatiga o falta de energía, persistente.
  7. Sentimientos de inutilidad o culpa.
  8. Incapacidad para concentrarse e indecisión.
  9. Pensamientos recurrentes sobre muerte o suicidio.

Para ser considerado un criterio para trastorno depresivo mayor, los síntomas mencionados deben ser diarios y deben estar presentes durante más de 2 semanas consecutivas.

Explicamos más detalladamente los síntomas de la depresión mayor, distimia y depresión reactiva en un artículo separado, que se puede acceder a través del siguiente enlace: Síntomas de la depresión.

Diagnóstico

El diagnóstico de depresión se hace, preferiblemente, por un psiquiatra y se basa en los síntomas, la duración y los efectos globales que causan en la vida del paciente. No hay, actualmente, ninguna prueba de laboratorio ni de imágenes para identificar la depresión, aunque algunas pruebas de sangre puedan ser hechas para descartar otras enfermedades con síntomas similares, como el hipotiroidismo, por ejemplo.

El diagnóstico de depresión mayor requiere que los síntomas sean suficientemente severos como para interferir con las actividades diarias del paciente y la capacidad para cuidarse, mantener relaciones, participar de actividades de trabajo, etc. El diagnóstico también requiere que los síntomas se produzcan de forma diaria durante al menos dos semanas.

Después del diagnóstico es importante intentar identificar pensamientos suicidas para  instituirse el tratamiento apropiado tan pronto como sea posible.

Tratamiento

El tratamiento inicial de la depresión mayor debe incluir los medicamentos antidepresivos y la psicoterapia, que puede hacerse con un psiquiatra o un psicólogo.

Estudios demuestran que el tratamiento combinado (medicamentos +psicoterapia) es más eficaz que el tratamiento aislado con una sola de las dos opciones. La psicoterapia y los medicamentos antidepresivos son igualmente eficaces, pero la psicoterapia tiene una mayor relevancia a largo plazo, porque ayuda el paciente a desarrollar nuevas maneras de abordar los síntomas, así como una mayor capacidad para racionalizar y adaptarse a los problemas de la vida.

Medicamentos antidepresivos

Hay docenas de fármacos con acción antidepresiva en el mercado. En la actualidad, las clases más comúnmente usadas son:

  • Inhibidores selectivos de recaptación de serotonina (ISRS o SSRI) – por ejemplo, Citalopram, Escitalopram, Fluoxetina, Paroxetina y Sertralina.
  • Inhibidores selectivos de  recaptación de serotonina y noradrenalina (ISRSN o SNRI) – Por ejemplo, Venlafaxina, Duloxetina, Milnacipran y Desvenlafaxina.
  • Antidepresivos atípicos – p. ej., Mirtazapina, Bupropiona, Trazodona y Nefazodona.

Los inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) y antidepresivos tricíclicos (ej. amitriptilina, nortriptilina, seleginina e imipramina) son los fármacos más antiguos, que actualmente son poco utilizados en el tratamiento de la depresión en virtud de presentar demasiados efectos secundarios.

Generalmente, los médicos inician el  tratamiento de la depresión con un inhibidor de la recaptación de serotonina (ISRS o SSRI), siendo esta una clase segura de antidepresivos y con baja tasa de efectos secundarios. Los inhibidores de recaptación de serotonina y noradrenalina (ISRS o SSRI) también son una buena alternativa para el inicio del tratamiento.

No hay ninguna receta mágica que pueda ser aplicado a todos los pacientes con depresión. El medicamento a ser elegido depende de las características clínicas y de las condiciones económicas del individuo. Por ejemplo, si el paciente, así como la depresión, tiene problemas para dormir, drogas que causan somnolencia, tales como la mirtazapina pueden ser la mejor opción.

Los antidepresivos pueden tardar para alcanzar su efecto completo, muchas personas solamente comienzan a sentirse mejor después de dos semanas. Sin embargo, para sentir el efecto completo de la droga, el paciente puede llevar hasta 6 a 12 semanas. Aun así, si el paciente no mencionar alivio de sus síntomas después de cuatro semanas de tratamiento, el psiquiatra puede aumentar la dosis, añadir un nuevo medicamento o simplemente sustituir el anterior. Es importante tener en cuenta que la respuesta a los antidepresivos es individual y que el tratamiento puede llevar semanas para ajustarse.

La aparición de efectos secundarios puede ser una razón para el reemplazo del producto. Algunos efectos secundarios desaparecen con el tiempo, pero otros no. Encontrar el medicamento correcto o la combinación de medicamentos en ciertas dosis, a veces lleva tiempo y es necesario un poco de tentativa y error. Lo importante es no desanimar.


Referencias


Autor(es)

Dr. Pedro Pinheiro

Médico licenciado por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), con títulos de especialista en Medicina Interna por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y de Nefrología por la Universidad Estadual de Río de Janeiro (UERJ) y por la Sociedad Brasileña de Nefrología (SBN). Actualmente vive en Lisboa, Portugal, tiene títulos reconocidos por la Universidad de Oporto y por el Colegio de Nefrología de Portugal.

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